sábado, 24 de febrero de 2018

Mensajes ocultos

La función de relación está tan desarrollada en los seres vivos que no solo permite detectar características ambientales como la temperatura, la humedad o la luz, sino que proporciona informaciones más complejas.

Sentidos como la vista, el olfato o el gusto son fundamentales para muchos animales. La producción y expulsión de sustancias al exterior está extendida en todos los reinos y tiene funciones muy variadas: el reclamo sexual, la polinización, la defensa, la captura de presas, etc. Los seres vivos utilizan, pues, su capacidad de relación para la nutrición, la reproducción y la supervivencia en general. Veamos algunos ejemplos.

Las feromonas son sustancias que los animales emiten como una forma de comunicación con otros miembros de su especie. El primer caso conocido fue el de la mariposa de la seda (Bombix mori), cuya hembra emite al aire una sustancia volátil llamada bombicol. Esta feromona es un reclamo sexual para que los dos sexos se encuentren y puedan aparearse. Los machos poseen en sus antenas pelos muy finos sensibles a las moléculas de la feromona que les permiten detectarla a varios kilómetros de distancia.

Los machos de muchos mamíferos, como los leones o los lobos, eliminan feromonas por la orina que les sirven para marcar su territorio. Así indican a otros machos que esa zona es suya y no deben entrar en ella, evitando luchas en las que podrían resultar heridos o incluso morir. Los perros también se huelen entre ellos cuando se encuentran para conocer el estado sexual del otro; incluso, reconocen a cada uno por su olor.

Los vegetales también emiten sustancias o utilizan combinaciones de colores llamativos con el fin de atraer insectos a los que confían su polinización. Pueden recurrir incluso al engaño, como algunas orquídeas cuya flor tiene el aspecto de las hembras de una especie de abejas e, incluso, desprenden una sustancia de olor semejante a la feromona sexual de dichas hembras. El macho se posa en la flor creyendo que se trata de una hembra de su especie y deposita el polen de otras flores que lleva entre sus patas.

El engaño basado en el camuflaje también está muy extendido entre los insectos, como el insecto hoja, que recibe ese nombre porque su cuerpo y sus patas se asemejan a la hoja de una planta.

Las polillas nocturnas sirven de alimento a los murciélagos, quienes las localizan gracias a que los ultrasonidos que estos emiten rebotan en ellas. Pero algunas especies de polillas también emiten ultrasonidos para confundir a sus depredadores.

Determinados colores son señales de advertencia, y son utilizados por especies que poseen aguijones o venenos. Es el caso del negro y el amarillo que ostentan las avispas, las abejas o las ranas de piel venenosa.

Las peligrosas serpientes de coral, por ejemplo, tienen una coloración en bandas rojas, negras y amarillas muy visibles.

Pero también aquí existe el engaño. Hay especies de moscas con los mismos colores que las abejas o las avispas, y no es por casualidad. Los animales insectívoros evitan tanto a las verdaderas como a las falsas. También existen serpientes parecidas a las de coral, pero totalmente inofensivas.

Las serpientes de cascabel advierten de su peligrosidad no con llamativos colores, sino con el ruido que produce el extremo de su cuerpo.

Otra estrategia de supervivencia es la ocultación: no ser visto a pesar de estar a la vista. La mayoría de los peces tienen el dorso oscuro y el vientre claro. Vistos desde el aire no destacan bajo el color oscuro del mar, y desde abajo se confunden con la claridad de la superficie. La piel de los que viven en el fondo, como el lenguado o el rodaballo, imita su color y su textura.

Un traje a rayas es también muy eficaz para no ser visto, pues se confunde con las variaciones de color del paisaje. Son ejemplos las cebras y los tigres, o los jabatos, las indefensas crías de los jabalíes. Los camaleones se lo han tomado muy en serio y cambian el color de su piel adaptándolo rápidamente al del entorno.

También el engaño sirve para comer. Algunos peces poseen unos apéndices que mueven como si se tratase de pequeños animalillos, para confundir a sus presas que, al lanzarse a atraparlos, caen en la boca del pez más grande.

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